Carlos Ruiz Zafón
Insólito. Cuando los señores del jurado del premio Fernando Lara 2000 decidieron otorgar el galardón a Angeles Caso, un miembro independiente, fascinado con una de las obras finalistas, La sombra del viento, desafió las normas que rigen a los que no ganan y abrió la plica secreta ante el público. Quería saber a quién correspondía el seudónimo que compuso la obra que merecía la tiara y no la obtuvo. Seguro que fue Terenci Moix, y que Luis María Anson lo secundó. Ambos son excelentes lectores y tienen olfato felino. La diosa fortuna favoreció así a editorial Planeta que, ante tal eventualidad, declaró a los periodistas que la cosecha había impuesto aquel año un finalista que las bases no contemplaban. “Yo vivo en Los Ángeles desde hace siete años y seguí por internet estas vicisitudes. Tras una larga negociación, Planeta me la publicó el mes pasado y he venido de promoción. Me siento satisfecho porque los periodistas que me llaman están fascinados y me llueven entrevistas con lo que se está produciendo un efecto en cadena”. ¡Menudo año!, pienso yo, primero Sándor Márai, luego Dai Sijie, Javier Cercas y Gao Xingjian. Y ahora, las 576 páginas de Ruiz Zafón que ensimisman durante dos días a cuantos deciden leerlas. El talento narrativo de este hombre abruma, es relevo generacional y amenaza con compartir con Eduardo Mendoza el liderazgo de lo que algunos han bautizado como “novela Barcelona”, pues este es el tema que rezuma el libro, así como el amor a los libros, la fascinación por el embrujo de los viejos edificios modernistas, por las bibliotecas y por el cementerio de los libros olvidados.
Carlos Ruiz Zafón cuando era chavalín se dedicada a contar historias de terror a sus compañeros de clase y todos se ponían a llorar. “Sus madres visitaban a la mía y le decían, pero qué les cuenta su hijo. Mi niño por las noches tiene pesadillas. Desde siempre me ha fascinado el mundo de los autómatas, los aparecidos, los fantasmas, los palacetes modernistas, los túneles, el cine de Orson Welles, el jazz y las novelas de Joyce Carol Oates que son el gótico contemporáneo total. En mi literatura, me gusta explicar historias a partir de imágenes y mezclo el relato de intriga, el de aventuras, la novela gótica y la histórica no realista. Y me aburre decir ‘este tipo está triste’. Lo que me apetece es hacer sentir al lector la tristeza. Técnicamente es más complicado pero dramáticamente tiene más fuerza y es un desafío”.
El nuevo autor revelación estudió en los Jesuitas de Sarriá. “Los profes me daban igual porque en todas partes cuecen habas, lo que si me caló fue el decorado. Aquel castillo modernista lleno de torreones y pasadizos secretos excitó mi imaginación y me dediqué a investigar aquel mundo misterioso, especialmente las zonas de clausura. Luego estudié Ciencias de la Información. Aquella facultad me pareció un esperpento. En la rama de periodismo quizá tres profesores sí tenían conexión con el mundo real, el resto eran semiólogos que se legitimaban los unos a los otros. Hubo un profesor de publicidad que nos encargó organizar el pensamiento lateral y hacer un árbol de Navidad con tapas de yogur. Ocurre que como me puse a trabajar en publicidad porque en 1983 no había dinero para hacer cine y era la única forma de acceder al mundo de la imagen y de los contraluces, olvidé aquella facultad de chiste y aquellos edificios pinochetistas que me daban asco. Estuve ocho años saltando de una agencia a otra en plan mercenario vendiendo creatividad al mejor postor y ganando pasta. En 1991 llegué a ser director creativo de Lorente. Un día le dije al propietario: no quiero seguir malgastando mi vida, quiero escribir. Me ofrecieron más dinero pero yo salté del tren. Muchos creyeron que me había vuelto loco”.
Ruiz Zafón cambia de vida, se compra samplers, sintetizadores, compone música electrónica, pasa muchas horas solo y concreta una historia. En 1993, obtiene el premio Ebedé de literatura juvenil con su primera novela, El príncipe de la niebla, de la que lleva vendidas en España más de 150.000 copias y que ha sido traducida a varios idiomas. “Un año más tarde, me casé y, como desde crío había soñado con vivir en Los Ángeles, allí se han cocido muchas de las cosas que más me gustan, me fui para allá”. La trepidante creatividad de este hombre es reconocida de inmediato. Envía un guión a un concurso de la Academia de Hollywood que cada año recibe más de 6.000, queda finalista, entra en una lista y le llueven los encargos. “Fue allí donde descubrí que enormes hangares llenos de libros viejos y auténticos tesoros se están convirtiendo en grandes superficies y McDonald’s. Percibo una destrucción de la memoria y toda una industria de la falsificación de la historia para justificar el presente que está regido por el culto religioso al neoliberalismo. El énfasis moral es la ley del Mercado. En Estado Unidos, que van quince años por delante, se dice: el Estado te quiere quitar las pistolas, te quiere quitar la Biblia, te quiere robar los ingresos y la libertad. Y es evidente, las grandes corporaciones no son entes morales, son entes de codicia gigantescos que crecen como un cáncer y que no hay modo de regularlos ni desde dentro ni desde fuera”.
En estos momentos debe volar de vuelta a la ciudad que fabrica el imaginario colectivo del globo. En su mesa de trabajo le espera el guión para una coproducción europea y una nueva novela. Antes de partir, este hombre que cree en la sociobiología y que piensa que las ideologías son virus que siempre reproducen cuanto intentan cargarse me dijo: “Barcelona es una ciudad preciosa pero me temo que ha perdido el espíritu y que se ha convertido en una Disneylandia para turistas ricos”.
El fenómeno que ha producido su literatura en España y otros países ha trascendido el debate de las letras, explayándose en análisis financieros, cifras. Marketing: más de 10 millones de libros vendidos de La sombra del viento (Planeta), un millón sólo para el lanzamiento en español de El juego del ángel, (Planeta), su nueva novela, récord de firmas en Sant Jordi, récord de firmas en la Feria del Libro de Madrid. Pese a al ninguneo de la crítica española su obra ha sido traducida a varias lenguas y ha recibido numerosos premios en Gran Bretaña, Francia, Canadá, Portugal, Estados Unidos.