Joan Morey
Cualquier convención escapa de este hombre largo, delgado y sin pelo que reconoce que “para subsistir en el mundo del arte más vale morro que talento”. Tras unos minutos de cháchara, este artista, que ya no es únicamente emergente, se muestra como un diablillo cargado de claridad en los concepto.
Su bautismo artístico fue en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, sección pintura. Los profesores, que eran a menudo pintores como Hernández Pijuán, encargaron a los alumnos un trabajo. Joan Morey, que se ganaba la vida animando las noches de las discotecas vestido de drag queen, presentó un vídeo descarado, The wig possesion (La posesión de las pelucas). “Llegué de Mallorca para estudiar y me pasé los dos primeros años metido de lleno en el mundo de la noche. La ayuda familiar me resultó insuficiente para mantener el ritmo de vida que exige la noche. Tras hacer de camarero en clubes, fui camello juvenil de pastillas hasta que descubrí que disfrazándome de drag queen podía ganar mucho dinero. Coincidí con un amigo de la facultad, a quien también le divertía la interpretación y el transformismo, y fundamos un grupo que bautizamos con el nombre de Poltergeishas. Era la época dorada de Les Chanclettes. Me aficioné a la cultura de clubbing. Los artistas están afectados por el mundo de los DJs, de las mezclas, de los remixes, del sexo, de las marcas y de los logotipos. En The wig possesion bailaba house en una pista durante media hora como si estuviera drogado. Aquel vídeo de discoteca visionado en un espacio dedicado al arte encendió una investigación dentro de su perímetro creativo”.
Los profesores no aceptaron la iniciativa, y el joven artista, sin amilanarse, se puso a estudiar con pasión. Matrículas y becas. “La universidad es un dinosaurio mal estructurado. Para aquellos profesores anclados en el soporte papel mi vídeo fue una agresión inaceptable. Seguí investigando cómo unir arte y vida, trabajo y ocio, e intentando escapar de cualquier ortodoxia acomodaticia. Una de mis conclusiones fue que tenía que trabajar en equipo”.
Los autores que lee Joan Morey con más pasión son Paul Virilio y Jean Baudrillard, y el cine que esta mañana permanece en su imaginación visual es La pianista, de Michael Haneke.
“Mi última acción en Barcelona ha sido Super Vintage Look dentro del festival Revers que coordinó el director de teatro Roger Bernat. El festival ha consistido en una amalgama de teatro, danza, performances… Yo presenté una provocativa colección de moda de alta costura que revisaba las tendencias de todos los falsos desfiles que he creado desde que monté mi sello STP (Soy Tu Puta), la marca en que se apoya cuanto hago desde 1998. Todos los artistas consumen actualidad y están condicionados por el mundo que dicta la moda. Las tendencias que nos manipulan están inventadas por Gucci, Prada, Sisley. Por ejemplo, en la fotografía artística, ahora todos siguen un romanticismo que se concreta en grandes espacios y miradas perdidas en horizontes imaginados que puedes descubrir en casi todos los anuncios. Y a mí me fascina jugar con un punto de vista crítico, bastante cínico e irónico, y trastocar estos contextos”.
Joan sigue el proceso siguiente. En primer lugar concibe la ropa que va a exhibir en una galería o en otro espacio artístico; luego busca modelos no profesionales en los diferentes clubes, según sus necesidades; y por último, monta la colección rodeado de un equipo de provocadores en que los elegidos participan por el mero placer de hacerlo. “La ropa es efímera porque jamás será comercializada. Y los colegas tampoco tienen una motivación económica; los cámaras, los fotógrafos, las maquilladoras, los modelos… nadie cobra. En todo caso algunos de los colegas obtienen unas fotos que pueden incorporar a sus books. Es un trueque en el que casi siempre el que sale ganando soy yo porque soy quien dirige. Me fascina confundir al espectador que se encuentra con un desfile de moda en un espacio dedicado al arte. “¿Qué pasa aquí? -se pregunta- ¿Acaso la moda se ha metido en las galerías?”. No, respondo. Tampoco soy diseñador, soy artista visual. Ocurre que utilizo sistemas de producción que robo a otros campos que marcan tendencia, como la moda, la música, la cultura de club, las revistas trendies, y los meto en el mundo del arte en variedad de soportes con la intención de revisar la actualidad. Transcurrido el desfile o performance, quedan las prendas expuestas, el vídeo de la acción, la música y las fotos”. Su videoarte es un producto concebido como un spot publicitario en el que casi siempre hay música electrónica, toneladas de sarcasmo, sexo ambiguo, dosis apreciables de teatralidad postromántica. “Me gusta conceptualizar de qué manera estamos condicionados por el mundo de la imagen. En mi práctica artística escenifico de forma autorreflexiva mi biografía personal”.
Este artista nació en San Lorenzo, un pueblo de Mallorca, y tuvo una infancia completamente feliz hasta que a sus padres se les ocurrió trasladarse a una casa perdida e incomunicada en medio del campo no lejos de Palma. “Me rebelé, dejé de tener amigos, mi homosexualidad surgió a flote, mi madre me llevó al psicólogo y la tensión se apoderó de aquella casa hasta que acabé COU y me vine a Barcelona. Aquí, empecé a estructurar y a dirigir mi vida por donde a mí me apetecía”. Con la beca que le concedieron tras obtener un expediente académico excelente, pasó una temporada en Londres. “La capital del Reino Unido me impactó mucho. Vi como piensan y crean los artistas más vanguardistas de aquella ciudad. Estudié en Chelsea y también trabajé en un club fetichista que presentaba colecciones de este tipo de ropa. Yo ayudaba a los modelos a vestirse. Primero les embadurnaba el cuerpo con polvos de talco para poderles enfundar trajes de látex que reducían sus cinturas a perímetros inauditos, ríete tú de las cinturas de avispa de las actrices de los cincuenta o les ponía unos cascos de castigo en la cabeza. Fue fuerte. Luego, hablabas con el público y resultaba que aquellos tipos eran de lo más normal. Nada es lo que parece”.
Barcelona bulle y la prensa de tendencias, que de momento es gratuita, está aglutinando una movida cultural más que prometedora. “Cuanto creas desde Barcelona carece de proyección internacional porque la ciudad está fuera de los circuitos. Las instituciones que han montado la Trienal, por ejemplo, ignoran el funcionamiento de los circuitos internacionales. Sólo Hangar nos relaciona con artistas de otras áreas”.
Arte, sexo, moda y sadomasoquismo, guste o no, son condimentos para la receta del siglo XXI. Morey lo sabe y STP (Soy Tu Puta) se ha convertido ya en objeto de culto.
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Cada vez son más las ferias de arte de España que cuentan con él, y así va abriendo puertas para el arte conceptual. Llegó a Arco con sus performances y el último año hizo una revisión de Artaud con Pour en finir avec le jugement de Dieu, que le valió buenas críticas, al igual que Postmortem, una instalación presentada en el Santa Monica de Barcelona.