Tiempos sin demora
Catalunya está en suspensión. Un posible presidente conciliador que ha ganado las ultimas elecciones, que sabe dialogar sin negar al otro y escucha a todos como Salvador Illa, es bueno para el conjunto de catalanes necesitados de ver resueltos los problemas sociales más urgentes tras años inciertos. Hay que resolver ya la falta de vivienda social para los jóvenes que no tienen hogar, para los que esperan varios meses una intervención quirúrgica y para los industriales que necesitan estabilidad para crear tejido productivo sin la pesadilla de no saber a qué normativa atenerse.
El que más votos obtuvo, insiste en ofrecer generosidad a los socios posibles y gobernar para toda la ciudadanía. Illa ya mostró su voluntad negociadora al pactar los últimos presupuestos que el president Aragonés presentó en el parlament. Un presupuesto que incrementaba en 2.400 millones de euros el anterior. El gasto en educación aumentaba un 10%, en vivienda social prometía 4.000 viviendas asequibles, 165 millones en ayudas a la industria y que trataba de paliar el déficit hídrico con 120 millones y 84 en mejorar los sistemas de riego. No bastó el pacto con los socialistas. Las demás fuerzas unidas lograron tumbarlos. Venció el no, por un solo un voto, y el gobierno se vino abajo.
El post procés capitaneado por Esquerra no ha conseguido desatascar Cataluña aunque sí ha calmado la furia de los antagonismos gracias a la moderación de los republicanos tras la ruptura del pacto de gobierno con Junts, un año después de las elecciones de 2021. Urge ahora un nuevo gobierno que quiera llegar a acuerdos amplios. Y si no hay gobierno, las nuevas elecciones pueden dispararar a la extrema derecha y partir Cataluña en dos mundos irreconciliables.
En Catalunya hay recortes de personal sanitario y no hay médicos suficientes. Sí la sanidad funciona es porque llegan médicos latinoamericanos y de otros territorios, aunque siguen siendo insuficientes. Falla el cupo necesario para que el enfermo sepa que está en buenas manos, mientras una parte del personal sanitario no foráneo marcha al exterior en busca de salarios más competitivos con menos pacientes, más tiempo de atención a cada enfermo y sentir mayor satisfacción en la labor.
Las carencias no solo son en sanidad. Faltan electricistas, carpinteros, fontaneros, ascensoristas, vigilantes de líneas férreas, técnicos de todo tipo. Los pueblos catalanes se están quedando sin comercios; los payeses sin ganas de cultivar la tierra porque ganan menos que un camarero de playa; los granjeros no pueden hacer pastar al ganado y dependen del precio de los piensos cuando la proveedora Ucrania está en guerra, mientras crecen bosques a lo loco que se beben gran parte del agua que iría a los ríos, y facilitan la multiplicación de los incendios forestales.
El déficit fiscal que padece Cataluña hay que solucionarlo de forma realista e inmediata. Este será el compromiso fundamental de cualquier gobierno posible. Así como el cumplimiento de la amnistía sin trampas judiciales diseñadas por los que pretenden mantener el conflicto político y la decadencia de Cataluña.
Nunca hay que olvidar que el problema fundamental de nuestra sociedad es la educación. Desde los años ochenta, las políticas han primado que los jóvenes fueran a una universidad saturada, con exceso de cambios de planes de estudio y sequía de profesores preparados por falta de recursos, excesivas obligaciones burocráticas y sin tiempo de concentración para la investigación de contenidos. Lo peor de los gobiernos ha sido desatender la formación profesional, que es la que da músculo a cualquier economía productiva. La riqueza que se basa en el turismo, en la construcción de hoteles y en pisos turísticos da trabajo precario a jóvenes y a emigrantes no formados, pero es una burbuja que cualquier guerra o cambio climático puede pinchar.
Falla también la esperanza, el entusiasmo y la emoción de las nuevas generaciones por construir las alternativas a un sistema en crisis. No podemos vivir en un país de turistas, camareros y franquicias. La sociedad civil tiene que recuperar el pulso creativo y crear verdadera riqueza, base para un futuro construible desde el hoy. El enemigo a batir es la ignorancia y es deseable que la juventud logre entender lo que de verdad ocurre en el mundo para poder inventar y construir nuevas realidades.
PEPE RIBAS
Publicado en la Vanguardia el 7 de julio del 2024