La comuna de Badajoz
Seguramente no fue la primera comuna agrícola que más o menos se formó en España, pero sí creo que es una de estas experiencias míticas de las que mucha gente ha oído hablar. En Badajoz coexistieron gentes de procedencias muy dispares: Madrid, Valencia, Galicia… Desconozco bastante la experiencia, todavía no he logrado ver a ninguno de sus protagonistas. He recibido cartas y he hablado por teléfono alguna vez con ellos. El punto más álgido de la experiencia fue en 1975.
La primera vez que tuve noticias fue hace un par de años cuando Femando (alias Papiajo) estuvo hablando con una tía que nunca llegamos a saber de dónde venía y que le dijo que en Badajoz había una comuna muy grande, funcionando a toda marcha, con más de doscientos comuneros. Inmediatamente nos pusimos al acecho, pero tan sólo logramos rumores, vaguedades, insinuaciones. En noviembre del 77, cuando estuve en Extremadura me contaron más exactamente, pero no pude dar con sus tres supervivientes. La comuna no ha quebrado del todo, en todo caso se encuentra en estado de hibernación esperando épocas más favorables. El propietario de las 80 Ha. sigue con la idea. Posiblemente renazca porque por la zona se está desarrollando un movimiento de campesinos ecológicos jóvenes (Hijos de colonos del Plan Badajoz de 30 a 40 años) que hacen de aquellas zonas, uno de los lugares agrarios más interesantes y factibles del país. Y es posible que Pedro, que tiene sus contactos, no desespere del todo.
Grupos que han pasado por Badajoz han montado otras comunas por Castilla. Y si Horta fue un nudo-embrión para los catalanes, Badajoz ha representado lo propio para los Madrileños. O al menos eso creo.“En la primavera del 74 empezamos a vemos en Madrid un grupo de gente que teníamos un problema en común: no nos gustaba DONDE, CON QUIEN, Y COMO vivíamos. Vivíamos en espacios vitales que no habíamos construido nosotros, que coaccionaban nuestra libertad de mil formas. Estábamos hartos de “hogar familiar”, “colegio mayor”, “piso de estudiantes progres”, etc. Pensábamos que debía haber ALGO mejor que todo eso, ALGO que nos diese más libertad de movimientos. Y sí que lo había: ahí estaba la sagrada “Teoría” que hablaba de la “KOMUNA”. Y decidimos “Formar Una Komuna”.
Nos veíamos mucho (demasiado), hablábamos a todas horas, discutíamos, leíamos, comentábamos, paseábamos: TODO UN IDILIO. Teníamos una idea mítica de la KOMUNA. La K “solucionaría todos nuestros problemas”, en la K “todo sería distinto”, en la K “sería superada la pareja y la propiedad privada”, en la K “habría una fuerte comunicación”, en la K “haríamos arte todos juntos”,… la K sería el copón divino. Estábamos hechizados por aquella palabra-idea mágica.
Lo cierto es que también estábamos bastante problematizados por el hecho de que “en la K habría que ser muy progre”. Esto hacía retrasar algo el “goce del paraíso Komunal”, y nos hacía hablar de “preKomuna” de momento. Mientras tanto, había un “duro camino” que recorrer.
En octubre nos pusimos a vivir en un piso. Aquél fue un año decisivo. Aquella experiencia nos ha ayudado mucho.Empezamos con una ingenuidad y un entusiasmo impresionantes. Pero habíamos empezado mal: la “magia” de la K seguía presidiendo el intento. Habíamos creado un ente colectivo llamado GRUPO, que estaba por encima de nosotros. El GRUPO exigía, criticaba, coaccionaba, impedía… Teníamos menos libertad que antes. Todo era sacrificado por aquella Santa Causa. Las relaciones entre nosotros se desvanecían, se camuflaban. Lo único que existía era el GRUPO, olvidándonos de los individuos que lo formaban. Para completar el cuadro, nos teníamos que querer mucho, teníamos que adquirir los mismos niveles de comunicación con todos, teníamos que crear todos juntos, teníamos que hacerlo todo juntos y con igual intensidad y entusiasmo.
Esta situación creaba una actividad ficticia y unas relaciones falsas entre los individuos. Se respiraba un ambiente “familiar”, con todo lo que tiene esto de incomunicación, de autoridad, de falta de libertad.
Sólo en los momentos en que el fantasma del GRUPO se alejaba, y se veían dos o como mucho tres personas, se podía hablar y había comunicación real.
La situación se fue enrareciendo hasta llegar a un punto crítico en la primavera del 75. Habían surgido dos puntos de fricción importantes. Uno en la cuestión pareja: “adulterio parejil”, que había casi cortado la comunicación entre algún miembro del grupo. Y otro, en la cuestión económica: había ideas divergentes con respecto a la cuestión del fondo común (unos que sí y otros que no). Algo que en un principio parecía estar claro, mostró toda su complejidad en la práctica. Habíamos creado un fondo común terriblemente represivo; en apariencia aquello era cojonudo: el dinero es todo de todos, cada uno gasta el dinero en lo que quiere, etc.; pero en realidad había menos libertad que antes. Había coacciones y represiones soterradas, estaba todo tan claro que no se sabía qué “se podía hacer” y qué “estaba prohibido” (!!) había una autorrepresión que anulaba la libertad que queríamos ganar con aquéllo. Una vez más habíamos jugado a llevar a la práctica esquemas bonitos, en vez de buscar soluciones prácticas que ampliasen nuestra libertad.
La situación llegó a un punto crítico y se produjeron dos bajas en el grupo, en verano.
BALANCE; ¿Seguimos?
SEGUNDO AÑO: NUEVOS PROBLEMAS.
El balance del primer año era imprescindible si queríamos continuar el segundo. Una frustración tan grande como la de ese año era capaz de hacemos abandonar el intento. Sin embargo, a pesar de todo lo negativo que había surgido esé año, habíamos sacado algo muy positivo: habíamos aprendido de muchos de los errores cometidos. Un año de rodaje, dando tumbos a ciegas, dándonos golpes cada dos por tres, equivocándonos un día sí y otro también, en definitiva, un año de experimentación en carne viva, tenía que suponer el elegir entre dos alternativas opuestas: o dejarlo, o continuar por otros derroteros con la experiencia pasada en el bolsillo.
Ahora conocíamos parte de “lo que NO queremos”. Por lo tanto ya no queríamos emprender “grandes empresas”, ya no queríamos “llevar a la práctica esquemas teóricos muy bonitos y muy progres”, no queríamos aceptar la coacción de un GRUPO por miedo a la soledad, no queríamos más frustraciones.
Y el segundo año se inició con un fuerte rechazo a las prácticas coercitivas del anterior. El fantasma del GRUPO se había ido, había perdido sus poderes mágicos, ahora era un fantoche ridículo y feo. Había que poner en su lugar al gran olvidado del año anterior: el individuo. Desapareció en gran medida el aire místico y quasi-religioso con que tratábamos las cuestiones deconvivencia. Habían entrado dos personas nuevas. Realmente había ganas de CAMBIAR.
Desde el principio empezó a notarse una mayor “productividad” en las actividades particulares de cada individuo. Ya no se necesitaba el beneplácito del grupo para hacer “las cosas importantes”. No teníamos que hacer todos lo mismo. Cada uno iba tirando por donde podía. Eso reforzó la identidad de cada uno, que se encontró algo más “en su vida”. Sin embargo, en el terreno de la comunicación, si bien habían desaparecido muchos tabúes y mitos, seguían notándose deficiencias fundamentales.
Al mismo tiempo, salieron a la superficie otros problemas más profundos.
Por lo pronto, el problema de ESPACIO (físico) empezó a sufrirse con intensidad. Seis personas metidas en una casa normal (= pequeña) son demasiadas personas si quieren mantener un poco de independencia. No había sitio para la soledad. La presencia de “los otros” era algo forzoso, no había lugar a la libre elección.
Esto se agravaba algo más con otro problema importante: LA PAREJA. Las consideraciones sobre LA PAREJA empezaron a bajar de las nubes de la teoría y comenzaron a tomar cuerpo como problema cotidiano, real. La superación de LA PAREJA se presentaba ya, no como algo bueno, algo progre, o algo teóricamente coherente, sino como algo necesario para la libertad individual, algo deseado visceralmente. Aquel año habíamos funcionado más como grupo de parejas que como grupo de individuos, lo cual había exacerbado las deficiencias de la ESTRUCTURA PAREJA. Llegó a ser el problema clave. Habíamos creado un ente teórico que no servía para nada en la práctica: “la pareja abierta”. Era algo muy bonito teóricamente, algo que (siempre teóricamente) aparecía como punto de transición entre la pareja y la no-pareja. Pero todas esas consideraciones teóricas sobre “evoluciones suaves” no servían para nada en la práctica. Deseábamos abandonar la estructura de pareja que nos estaba oprimiendo, pero nos daba miedo dar saltos bruscos e importantes, abandonar el “cobijo” de la pareja. Había llegado un momento (sobre todo para algunos) en que las desventajas de la pareja empezaban a superar las ventajas del “cobijo”. Ya no se trata de “soluciones progres” extraídas de la teoría. Se trata de soluciones PRACTICAS para salir del ahogo actual. Y esto no se consigue con una apertura contemplativa de la pareja, tiene que haber aperturas- roturas reales.
A todo esto se añadía el tercer problema: la AMPLIACION del grupo. Era necesaria la entrada de elementos nuevos (en plural si es posible) que rompieran el equilibrio estático de relaciones “ya hechas” que se daban entre los individuos y entre las parejas, que imprimieran una inestabilidad más dinámica al proceso de convivencia.
Y éstos, son problemas que no tienen soluciones aisladas. Sólo un proceso que atienda a los tres puede solucionar algo. En definitiva, se trata de buscar soluciones a los problemas cotidianos (“de cada día”), no de solucionar interrogantes teóricos generales.
UNA VIA POSIBLE
Conjugando los aciertos y errores que hemos cometido hasta ahora, parece POSIBLE una alternativa que, si bien no está muy clara en un plano teórico, parece coherente a un nivel PRACTICO.
La palabra “comuna” no sirve mucho para designar tal alternativa, a no ser que se maticen infinitos aspectos. Es una palabra terriblemente engañosa. Creo que es mejor hablar de un “grupo de gente que hace tal y tal cosa, que vive de esta manera, que lleva tal economía…”. Y la concreción de esa actividad REAL del
grupo es lo que puede dar un significado a la alternativa.
Se trata de crear un MEDIO FAVORABLE a la libertad del individuo. Las ventajas se centran en dos puntos: resolver lo económico de una forma que no exija la propiedad privada, y resolver el problema de la soledad de una forma que no exija de la pareja y la familia.
- Una economía común disminuye el miedo a la penuria económica, a la “desgracia”. El perder un trabajo ya no es tanta tragedia, pues hay otros salarios que, de momento, salvan el bache. Lo mismo se puede decir respecto a gastos extraordinarios como viajes, etc. No se trata de “superar la propiedad privada”. Se trata de algo más inmediato, más cotidiano: se trata de una “solidaridad económica” (el término no es muy afortunado) que mitigue los golpes económicos de la sociedad capitalista sobre el individuo. Lo que ocurre es que, aparte de esto (pero muy ligado), es un medio que poco a poco va negando la propiedad privada.
- El vivir en grupo es una solución a la soledad actual del individuo en esta sociedad. Pero además es una solución que no exige la existencia de la pareja y la familia. No es que sea una receta para superar la pareja.
Ni mucho menos. He sufrido en mi propia carne un “grupo de parejas”. No existe la receta milagrosa. Yo sólo veo dos alternativas favorables para superar la pareja: o vivir solo, o vivir con más gente. La primera no me parece ni buena ni mala, sino simplemente, que no me parece agradable. Por lo tanto, me inclino por la segunda. Se trata de buscar una solución a nuestra soledad que no exija las formas de relación de la pareja y la familia.
En cualquier caso, el grupo siempre será un MEDIO (nunca un FIN en sí mismo) que atienda a los problemas cotidianos (“de cada día”) del individuo Un alimento que no alimente, sino que envenene, es un alimento a exterminar.
Un grupo que no dé libertad al individuo en la vida de cada día es un grupo inútil, un grupo a disolver (si no tiene solución), y entonces sí veo irremediable el vivir solo (mientras encuentre otro grupo que me dé mayores garantías).