Juli Capella
Los hechos son concluyentes; Juli Capella fue niño prodigio. A los dieciséis años, pretendía ser inventor, militaba en la ORT (Organización Revolucionaria de los Trabajadores) de inspiración maoísta, en Cristianos Para el Socialismo, el movimiento antifranquista que lideraba Alfonso Carlos Comín y fundó un grupo de teatro callejero, Crápula. Al no existir la carrera de inventor, tuvo que contentarse con la de arquitectura, que acabó a los veintidós años con matrícula de honor. Es ingenioso, simpático, bonachón y bastante popular por su arrolladora capacidad de trabajo en favor del diseño y del disseny made in Barcelona. Tiene cuarenta y un años y acaba de fundar junto a treinta personas un partido político muy diferente a los existentes.
¿Por qué Motivados? “Un día me llamó Guillermo, director de la revista Primera Línea, para decirme que había gente a la que le gustaría reunirse para iniciar un debate político refrescante. Asistí a una cena en la que se constituyó Motivados. Desde hacía años, percibía un creciente descontento frente a estos mandatarios que no han hecho nada por incrementar la democracia participativa, más bien la han restringido, y estaba harto de quejas pasivas. Desde aquella cena, cada semana nos hemos reunido, hemos intercambiado ideas y propiciado debates en un tono positivo, lo que me resulta novedoso, lo que está mal ya lo sabemos, y he comprobado cómo el compromiso social y participativo de la gente más joven rebosa generosidad. Están más preparados que nosotros, los hay de muchos tipos y es gente sana. Las nuevas vivencias de la gente dan al traste con el sistema arcaico de representación que soportamos. Internet bien utilizado es un arma brutal. Motivados la está utilizando con pasión”.
Juli detesta las falsas promesas de los políticos tipo Maragall, quien por lo que se ve está tan agotado como Pujol, y de todos aquellos que dicen ser más honestos y enseguida tratan mal a la gente, con suficiencia, sin escucharla.
Asisto a la última reunión de Motivados en unos bajos en un callejón bastante maloliente junto al Palau de la Generalitat. Más de treinta personas sentadas en círculo acaban de ponerse de acuerdo respecto a las cuotas y los compromisos. Ahora, preparan el Foro constituyente del partido ya legalizado. Durante un fin de semana, se establecerán los objetivos inmediatos, los medios para conseguirlos, la comunicación con otros colectivos como los que están en contra la Organización Mundial del Comercio así como la posibilidad de organizar un acto de participación masiva. Un motivado de Tarragona quiere desarrollar el movimiento en su ciudad. Juli insiste: “Aquí cada uno es líder de sí mismo y hay que rotar la presencia en los medios de comunicación. Sinceridad, transparencia total y sencillez son nuestras pautas”.
A Juli nacer en el Barrio Chino en el seno de una familia humilde le aportó conciencia de lo que es un barrio marginado. Estudiar en los Escolapios de la calle San Antonio y cuatro años como interno en los Salesianos de La Roca le transmitieron humanismo y una espiritualidad cristiana peculiar, nítida. “La calle Hospital era el límite, lo traspasabas y te encontrabas con las prostitutas que te saludaban y con aquellos carteles que decían: gomas y lavajes, que no comprendías y que avivaban la curiosidad. Mi vivencia en el barrio fue pacífica, había una gran permisividad. Ya entonces, vi los primeros inmigrantes. A los quince años, empecé a militar en la extrema izquierda porque a pesar del cacao mental y de su dogmatismo, creía que la política era un instrumento para cambiar la sociedad. Recuerdo un congreso de Cristianos para el Socialismo en el barrio de Moratalaz con el cura rojo, Mariano Gamo, o haberme encadenado muñeca con muñeca con Àngel Colom para cortar el tráfico de la Meridiana durante la campaña a favor de la libertad de expresión cuando encarcelaron a Els Joglars por La Torna. Aquellos personajes eran como héroes de un cambio social que creíamos inminente y positivo”.
En las primeras elecciones, las del 77, Juli se presenta como candidato de la ORT. No sale. Y como su carrera es dura, le absorbe todo el tiempo. Cuando la acaba, los socialistas conquistan el poder, y casi todos vivimos el espejismo de que la política había dejado de ser una urgencia. Es entonces, cuando descubre una disciplina en la que puede ser pionero. “El diseño, por qué no, es una arma social. La creatividad aplicada a los objetos, a la gráfica, al espacio aumenta la calidad de vida. Nacer en el Chino me dio conciencia de que los temas de urbanismo, de la no especulación y de la remodelación son necesarios. Me metí en cuerpo y alma en temas de arquitectura, urbanismo y diseño, y fundé la primera revista, De diseño, con Quim Larrea, que fue mi socio hasta hace algunos años”. Quim y Juli empiezan a decorar bares, a crear logotipos y a desarrollar la gráfica de cantidad de locales, marcas y eventos. Colaboran con los nuevos diseñadores y con los arquitectos consagrados. También se especializan en comisionar exposiciones y en lanzar lo que aquí se crea en el extranjero. Su labor es arrolladora. La huella que dejan, increíble. El diseño conquista la década de los ochenta y noventa, y los dineros de la Expo y la Olimpiada apuestan por él. España lava la cara de su cutrerío y Barcelona la de su impotencia creativa frente a un Madrid que le ha tomado la vara de la modernidad.
En 1988, crean la revista Ardi, que se convierte en poco tiempo en una de las revistas de diseño punteras de Europa. Y de la mano del arquitecto Alfred Arribas, inician una densa colaboración con Japón. “Con la euforia de aquellos tiempos, se nos ocurre montar el Cercle Condal. Encontramos un piso modernista en la calle Caspe y lo restauramos con esmero. Implicamos al Tricicle, a la Trinca, a Pep Salgot. La idea era hacer una réplica al Círculo Ecuestre, lugar que representa un poder fáctico en sentido económico. Con el Condal, pretendíamos hacer algo parecido pero en relación a la creación. Artistas, arquitectos, diseñadores, fotógrafos, cineastas, teatreros… No lo supimos gestionar y a los tres años lo cerramos. Me dejó un sabor amargo”.
La creación del Museo de les Arts Decoratives de Barcelona, la publicación de un gran libro sobre la historia del diseño español y una gran exposición sobre diseño industrial en el Reina Sofía suponen la culminación de una etapa. Juli se ha casado, tiene dos hijas y ya no se puede tintar el pelo de rubio porque le queda poco. En soledad, monta un estudio de arquitectura. El centro de ocio Zigzag, en Murcia y el Heron City de la Meridiana en la ciudad condal son hasta hoy sus obras más emblemáticas. El promotor y agitador suspira y, al salir de mi casa, me dice: “Todos tenemos la obligación moral de querer mejorar el mundo y compartirlo.” Estará más asentado, será un padre responsable que saca horas para llegar a todo, podrá parecer incluso más ortodoxo en algunas actividades o desafíos, pero veo a Juli más peleón que nunca.
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Propuesto en el 2008 como uno de los nombres a integrar el Consejo Nacional de la cultura y las artes, este arquitecto y experto en diseño se ha transformado en referente. Ha realizado la enciclopedia Oscar Tusquets, y fue durante cuatro años presidente del FAD.