Miriam Tey
Expeditiva y tajante, habla con contundencia de ejecutiva mientras balancea una poderosa melena negra que sugiere arrebato. A esta joven editora que acaba de publicar a Gao Xingjian, el Nobel chino del 2000, le gustaría parecerse a la Miriam bíblica, la hermana de Moisés, porque era tan excelente bailarina como guerrera.
A edad temprana, leyó Madame Bovary con linterna y bajo las sábanas porque eran seis hermanos y le hacían apagar pronto la luz. “Aquella lectura me atacó el estómago. Pensé que ser mujer era un destino fatal porque tenías que vivir dentro de una moral aburrida. ¡Si Madame Bovary hubiera sido hombre la lectura moral del personaje sería otra! Me rebelé y decidí ser inmoral o yo misma”.
Miriam Tey estudió en el Sagrado Corazón hasta que la mudaron al Abat Oliva. Luego se matriculó en Filosofía, en la Universidad Autónoma, donde Octavi Fullat la inició en la filosofía de forma clara y pedagógica, pero como a los 19 años se puso a trabajar en Tusquets Editores, por proximidad geográfica, se trasladó a la Central. “Me saltaba clases y me colaba en otras que no me tocaban pero que sugerían. Aquel juego me sirvió para integrar los estudios a mi vida de una manera caótica que es como siempre he vivido. En aquella época leí mucha psicología. El Grito primario, Laing, Fromm. La universidad estaba muy poco politizada y no tuve ninguna sensación de formar parte de una generación porque no compartía destino común con los demás. Era todo muy individual. Se respiraba un cierto desencanto, pero no demasiado pues nunca vivimos algún tipo de idealismo y nuestros padres fueron permisivos”. Allí conoció a unos de sus mejores amigos, Carlos Feliu, que fue quien le presentó a Claudio López Lamadrid, hoy también editor, con quien se casó y tuvo un hijo que ya tiene doce años.
“Mi primer viaje a Madrid como relaciones públicas de Tusquets fue un lío. Tras la rueda de prensa, convocamos una cena con Toni López y Beatriz de Moura, que fueron quienes marcaron mi aprendizaje editorial –Tusquets fue mi verdadera universidad-, para celebrar el premio Sonrisa Vertical. No recuerdo el autor, pero sí que estaban Antonio Escohotado, algún Panero, Luis García Berlanga. En algún momento se pusieron hablar sobre el circo. Yo no entendía lo que decían y me preguntaba: ¿Cómo puede ser si sólo dicen una frase tras otra? Supongo que me bloqueé por exceso de entusiasmo. A partir de aquel momento me dije: da igual lo que digan los demás, concéntrate en lo que tienes que hacer y trabaja’”. También conoció a Milan Kundera, con quien pasó unos días en Suiza. “Era un hombre muy contenido, pero ahora me viene a la memoria una discusión memorable, han pasado casi veinte años, entre dos cerebros batallando. Durrenmat, que era histriónico, ácido y que estaba de vuelta de todo y Juan Benet, muy divertido. Fue en Madrid. La inteligencia es uno de los mayores espectáculos del mundo porque te hace vivir con mucha intensidad por muy corrosiva que sea”. Miriam me mira con sorna festiva, me ofrece whisky y sin ostentación me dice: “A mi me gusta leer a los novelistas del diecinueve, a los románticos; los rusos me subyugan casi tanto como estar enamorada. He tenido pocas relaciones sentimentales en mi vida pero muy intensas. Y me divierte mucho hablar y hablar con mis amigos a los que les doy amor porque no concibo vivir sin él. Necesito que me quieran y sentirme querida. ¡Ah! Y jamás conseguí leer a Juan Benet. Los jeroglíficos inteligentes desprovistos de sentimiento no me interesan”.
Otra de las piezas de su aprendizaje fue un alemán. Y es que este torbellino que sabe como se guisan los libros, pasó de una pequeña editorial que ha marcado pautas a un monstruo: Círculo de Lectores. “El alemán fue Meinke. Me instaló junto a él sin un cometido demasiado específico, así es como asistí a reuniones de todos los departamentos; fue curioso. Los mecanismos que hacen funcionar a una y otra editorial son completamente diferentes. Como a mí me gusta implicarme y jamás me he sentido empleada, trabajé todas las horas del mundo, viajé por España y aprendí otros registros dentro del mundo editorial.
A Miriam le chifla resolver enigmas. Supongo que cuando conoció a Miquel Alzueta, el joven editor terremoto que inventó Columna y que sólo publica libros en catalán, ya tenía en mente montar editorial propia, pero antes se enamoró de él, con lo que cambió de marido y trabajó duro en un mundo que desconocía. “El primer Sant Jordi que viví en Columna me quedé alucinada. Yo pensaba que dentro de Cataluña, el gueto era el catalán. Gracias a Columna lo viví a la inversa y me di cuenta de que hay muchos más catalanohablantes de lo que parece. El universo catalanista es un mundo militante más politizado. Daba la sensación de que todos aquellos escritores pertenecían a un grupo y su voz respondiera al objetivo de una comunidad. Me gustó Ferrán Torrent porque va por libre y es un autor hecho a sí mismo. Como soy individualista, no puedo evitar sentirme más cerca de los que están en contra de su propio grupo”.
Sea lo que fuere, Miriam intimó con muchos de aquellos escritores catalanistas y comprendió lo mucho que sufrieron durante los años de franquismo. También intimó con los ex-socios de Alzueta, con quienes realizó un viaje al antiguo Dahomey, donde un hechicero animista, en plena selva, le dijo: “Aquí no hay culpa como en el cristianismo, y nuestros dioses, mediante ofrendas, te pueden cambiar el destino”. Al poco, Miriam consiguió vencer la resistencia de los socios de Columna y montar una editorial en castellano dentro del sello. “Para hacerlo, como en su día hicieron Tusquets y Anagrama, necesitaba una idea sobre la que pivotarla. Se me ocurrió la literatura no Occidental. Así nació Ediciones del Bronce. Sólo étnicos no se podían llevar al mercado porque eran marginales y no nos hubiesen permitido una línea de flotación por lo que creamos otras colecciones. Si no llega a ser por el apoyo logístico de Columna y por el conocimiento de Alzueta, que pone en la balanza tanto lo literario como lo que tiene que funcionar a nivel de gestión y de empresa, no sé qué hubiera ocurrido”.
El libro que más satisfacción le ha dado es La Biblia envenenada de Bárbara King Solver por lo mucho que mejoró la cuenta de explotación. El que la editorial funcione es uno de sus retos. Y la colección que más placer le ha dado es la de los clásicos del XIX.
Tras los whiskys llegan los amigos y la cena en su nueva casa, toda blanca, como en Blow Up de Antonioni. ¿Sabías que soy nómada y que en los últimos diez años he vivido en diez casas?
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Su gestión como Directora del Instituto de la Mujer del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales del gobierno de Aznar tuvo un momento álgido cuando tuvo que explicar en el Senado la publicación del libro Todas putas, de Hernán Migoya, en su editorial. La acusaban de no ideoneidad para el cargo. Los progresistas del Congreso querían su cabeza. La editorial se escindió en una nueva e independiente, con nuevo metal y nombre: ahora se llama El Cobre Ediciones. El libro, por cierto, vendió dos ediciones y más.