Pau Riba
Fue el primer rockero contestatario de Cataluña y sostiene una leyenda maldita por haber jugado con la psicodelia y mantenerse todavía en el bando de los que están en contra del sistema capitalista. Su primer disco, Dioptria, es una referencia cultural que marcó época. 1970; los que luchaban contra el franquismo eran unos, los que pretendían vivir el peace and love eran otros. Estos últimos, con sus melenas, sus porros y sus ácidos acudieron en masa a la presentación del disco de Pau Riba en la legendaria sala Price que ya no existe. “Aquella actuación fue rara. Joaquim Jordá y Carles Durán rodaban una película sobre las veinticuatro horas de un hippie. Aquel día, metieron cincuenta focos que iluminaban directamente al público, que estaba muy pasado, y cundió la histeria. Como la actuación se prolongaba más de lo previsto, los responsables apagaron las luces. Al salir, hubo carreras provocadas por las porras de la policía franquista, que se emplearon a fondo. La prensa silenció aquella actuación hasta que Joan de Segarra, una semana más tarde, publicó un célebre artículo en Tele Express: No pasó nada”.
Aquellos filtros puritanos y aquel temor ante cualquier incorrección siguen vivos. “Estoy grabando un nuevo disco, Jisas de Nezerith o capítul cero en la guerre de les galàxias, un conjunto de canciones tradicionales de Navidad que editaré junto a un libro ilustrado por Max. Pretendía ponerme en la portada disfrazado de demonio, y no me dejan. Por lo que se ve, en Cataluña, cada vez que algunos proponemos un juego irreverente chocamos contra una mojigatería que es congénita”.
Pau vive en una masía junto a Tiana en medio de la naturaleza. Reivindica el silencio y siente que ha cerrado un capítulo de su vida. “Cuando era un crío, me preguntaba si llegaría a cumplir cincuenta años y cómo sería el año 2.000. Ahora pienso que si la Perestroika representó el fin del comunismo, el incidente de las torres gemelas es el principio del fin del sistema capitalista basado en la inflación y el expolio. Ben Laden ha escenificado la carta diecisiete del tarot. Una torre que se desmorona por el impacto de un rayo y cuantos están en ella se lanzan al vacío”.
El nieto de uno de los grandes poetas catalanes de este siglo sorprendió en su juventud con un excelente libro de poemas y está considerado como un buen letrista. “Creo que me voy a dedicar a la escritura y si hago música será experimental. Estoy escribiendo un libro que trata sobre el paso de la música clásica a la moderna, de lo acústico a lo electrónico a través de la revolución de los instrumentos. Empiezo por el teléfono porque es el primer micrófono. A partir de ahí, el sonido se puede captar, transmitir, esculpir y almacenar en documentos. El compositor actual ha de ser ingeniero y también promotor. La industria con el MP3 e internet desaparecerá”.
Se acabaron las nostalgias, pienso ante un Pau que sigue cabalgando con pasión y que mantiene una alianza diabólica con la creatividad. “También estoy recogiendo ideas para otro libro en el que me voy a inventar la etimología de ciertas palabras. Tengo la teoría de que las máquinas nos han liberado del pecado original que nos condenaba a trabajar. Si Dios creó al hombre a imagen y semejanza suya, los hombres hemos creado la máquina a imagen y semejanza nuestra. Por lo tanto, lo que debemos hacer es aprender a jugar. La mundialización es imparable y la antiglobalización va contra el capitalismo porque cuanto producen las máquinas es patrimonio de la humanidad, no de unos pocos. Lo prioritario es crear una filosofía, una ideología y hasta una religión adecuadas a la nueva realidad histórica”. Lo dice convencido, lleva tiempo reflexionando sobre ello, pero al mismo tiempo lanza una de sus miradas irónicas. Pau posee una inteligencia extremadamente rara que se ha desarrollado con el soporte de un peculiar sentido del humor.
Desde luego, el carisma de este hombre que tanta vida atesora en su experiencia es imponente. La perilla y la melena le son consubstanciales. Cuando lo conocí a mediados de los setenta en Zeleste ya era así. Su mirada, mientras habla, es única. Que buen demonio se han perdido las portadas. Me mira con intensidad y creo percibir en sus ojos un sinfín de recuerdos machacados por esos poderes que han convertido el dólar en rey de la creación. Es terco y también sensible. Tenaz en su proyecto de inventarse una vida original. “Nací en un ambiente puritano, cristiano, culto y catalanista. Fui a un colegio progresista, Isabel de Villena, cuya directora era la madrina de mi hermano. Mis padres no nos dejaban jugar en la calle. Somos nueve hermanos. Yo envidiaba a mi vecino Pedro Ruiz porque él sí callejeaba con los otros chicos del barrio. Nosotros éramos los chicos del ático, vivíamos en un espacio muy pequeño y no manteníamos contacto con la realidad. Crecí en un gueto cultural muy cristiano que me ha dejado un poso de ingenuidad”.
No había día que la prensa franquista no denunciara con escándalo las conductas de los hippies extranjeros. Lo prohibido atrapa. Tentado por aquellas noticias, Pau Riba prueba el LSD, que le cambia la vida. Con su amiga Mercè, montó una comuna en un chalet derribado hace tiempo donde hoy está ubicado el Museu de la Ciencia. Los colchones en el suelo, las ropas indias; en definitiva, la habilitación de aquel reducto liberado de perjuicios pequeño-burgueses atrajeron a los miembros más osados de La Gauche Divine y de la Nova Cançó. Pau quiso ser cantautor pero enseguida rompió con los estereotipos franceses de Brassens y fundó junto con los hermanos Batista, el Grup de Folck. Las doce horas de folck en el parque de la Ciudadela en Mayo del 68 le convirtieron en la referencia de un movimiento emergente que llegó a cambiar los gustos sexuales, culturales y vitales de toda la sociedad española. “Los que luchaban contra el franquismo político no se dieron cuenta de que el franquismo era algo circunstancial y que contra lo que había que luchar era contra el Sistema. Cuando en el 77 vuelve Tarradellas, los socialistas acabaron con la fiesta de Las Ramblas y usurparon los movimientos contraculturales y sociales contestatarios, integrándolos en el municipalismo. Aquel giro a la derecha fue brutal, me dejó perplejo y sin saber qué hacer”. Es cuando Pau compuso el disco Amarga Crisi.
A finales de 1970, en España, se declaro el estado de excepción a causa de las protestas en contra del Juicio de Burgos. La policía precintó su comuna aplicando la Ley de Peligrosidad Social, los metió a todos en la cárcel y los dejó sin nada. Al salir, Pau y Merçè, que estaba de ocho meses, se fueron a la Mola de Formentera, donde nació su hijo en la casa de La Mola y sin comadrona. Durante cuatro años, Pau aprovecha ese mundo sin coches para estudiar ciencias simbólicas, astrología, alquimia y para componer dos óperas inéditas. Volvieron para el Canet Rock de 1975 y se instalaron en un piso de La Rambla, frente al Amaya.
Se ha hecho tarde. Pau quiere asistir a un concierto de Moncho Alpuente en La Sala Apolo. Nos despedimos, sube al ascensor y me deja con una idea que se convierte en convicción: si algunas palabras de este poeta se trasformaran en hechos, no habría guerras ni tampoco atentados.
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Su currículum dice que en 2001 destrozó en Felanitx un mural de Miquel Barceló (con la anuencia del autor) para impedir que pasara a manos municipales. Una película autobiográfica del 2006, Deixa’m en Pau, dirigida per Manel Mayol, intenta acercarse a su mundo. Y sigue siendo el referente de una época y de un país que luchó por un modelo opuesto al del neoliberialismo. En las fiestas del barrio de Gracia de 2008 presentó Virus Laics.